Es fácil recomendar a los demás que paren, que bajen la velocidad en sus vidas, y simplemente piensen. Siempre lanzo este sabio consejo con voz rotunda y firme, como si supiera lo sacrificado y difícil que es. Tras mi reciente accidente de moto me toca a mí dar ejemplo. Me toca reducir marcha en mi ajetreada vida hasta frenar por completo y activar la caja de pensar. Vaya. Me está costando mucho dejar de hacer para simplemente ser y estar conmigo misma y mi entorno.
Cuerpo y mente parecen ir en ocasiones por caminos distintos. El accidente de moto me ha dejado el cuerpo lleno de moratones y contusiones. Y cada movimiento que hago y el dolor que siento me recuerda los huesos y articulaciones que tenemos. Estoy aprendiendo a escuchar mi cuerpo, que me manda guiños y señales que hasta ahora ignoraba. Ahora valoro más las maravillas del cuerpo humano, un puzzle complejo formado por piezas que funcionan como una máquina inteligente.
La mente a veces me domina. Mi diálogo interno entra en ocasiones en contradicción. Tengo conversaciones conmigo misma que me invitan a hablar con mi chasis y a atender sus necesidades. También caigo en trampas que mi mente construye y me dejo embaucar. Es mi excusa perfecta para desatender mi cuerpo dolorido, huir de esas emociones intensas de frustración y rabia y pasar a la acción como forma de engañar y entretener mi mente, evitando estar con mis sentimientos incomodos. Claro está. Dejar de hacer y reflexionar supone ponerle nombre y estar con nuestros peores miedos y temores.
Desde bien pequeños hemos entendido que pensar es un castigo por portarnos mal. Qué gran error. La caja o silla o cuarto de pensar es el mejor regalo y te invito a que te hagas las siguientes preguntas de reflexión.
1. ¿Qué cambia cuando te tomas el pensar como un regalo y no un castigo?
2. ¿Qué te aporta pensar?
3. ¿Qué te impide darte tiempo para pensar?
4.¿Cómo puedes vencer tus impulsos por hacer para atreverte a ser y estar plantándole cara a tus miedos?
5. Cuando te das permiso para pensar, ¿qué imagen evitas proyectarte a ti mismo y a los demás?
6. ¿Qué te dice tu cuerpo cuando sientes miedo?
Ser y hacer van de la mano. Se necesitan y alimentan. Cuando logras ese equilibrio, tu autenticidad brilla. Pensar te conecta con tu esencia y tus valores, y es fundamental para que tus actos y haceres estén en consonancia. Hay que hacer equilibrios y malabarismos para conseguir ese momento de ole y ole.