He pasado una época bien movida y difícil. Primero fue el accidente de moto y poco después perdí a un ser querido. He pasado por un tiovivo emocional y estas últimas semanas he necesitado cuidar de mi misma para aceptar todo lo sucedido y cargar mis pilas. Este respiro que me he tomado me ha dado aire para pedir ayuda.
Al pedir ayuda siento que aligero el equipaje y los problemas que cargo porque los comparto. Y al compartir los vivo de una manera distinta. Escucho la voz de alguien que me ayuda a aterrizar lo que siento y a hacer la digestión, ordenando mis emociones, mis ideas y mis acciones. Al abrir mi corazón sé que estoy más cerca de personas como tú. Cada herida es para mi un volcán. Tú me puedes ver más, de verdad, sin máscaras ni capas, y yo siento que desde ese volcán que hago visible dejo huella y creo un sentido de posibilidad y humanidad.
Laura es mi coach y me está ayudando. Y lo más importante es que di el paso de pedir su ayuda. Es lo mejor que he hecho. Ya no estoy sola. La mochila me pesa menos y su escucha me permite conocerme mejor y construir puentes más sólidos entre mi vida, mi proyecto el Arte de Pedir y yo.
Ahora lo entiendo todo. Y seguramente las heridas que he sufrido en este último año toman aún más sentido. Ahora sé que mi proyecto y yo somos uno. Las piezas encajan y mi forma de ser y hacer estan más unidas que nunca. Son inseparables.
Sólo puedo dejar huella en los demás desde quien soy ahora. Laura me ha ayudado a llegar a esta conclusión. Reconozco mi esencia como ‘shaker’, alguien que sacude a los demás para que consigan lo que se propongan. Y admito también mi serenidad y dulzura por la consciencia que estoy tomando sobre mi misma. Ya no tengo que gritarlo. Soy dulce y soy sacudidora. En todo caso, una ‘sacudidora dulce’ por los baches que estoy superando. Y por lo vulnerable que me estoy mostrando en mis diálogos conmigo misma y ante los demás.
He necesitado parar y pedir ayuda para confirmar lo muy enamorada que estoy de mi vida. Me he alejado de algunas personas para tomar aire y ganar perspectiva. Ahora sé que quiero darme especialmente a los que me dan y me quieren tal y como soy. Y seguramente estoy tomando distancia de los que me chupan energía, abusan de mi escucha abierta y se piensan que ser coach es darme como si fuera una tarifa plana disponible las 24 horas.
Mi ser y hacer están alineados. No lo había visto tan claro hasta que he pedido ayuda a Laura. Estaba ciega. Al sacarme la venda de mis ojos, he ganado claridad. Ahora ya lo sé. Soy la voz que deja huella y despierta a los demás para que consigan sus deseos y sueños. Así es y ahora quiero serlo exponiéndome más y dando la cara. Dar más conferencias sobre el Arte de Pedir es un paso que quiero dar. Ser mujer me da más fuerzas y creo que seré escuchada con respeto.
He aprendido que exponerme ante los demás no supone perder mi intimidad. Todo lo contrario. Mi intimidad se mantiene intacta. Yo decido cómo mostrarme en cada momento y me abro cuando sé que la intención tiene sentido. Y es así cuando veo que los que me escuchan creen más en sí mismos, toman decisiones que tenían aparcadas y plantan cara a sus miedos.
En resumen, tener una coach me está permitiendo saber que:
1. Ser y hacer van de la mano. Y cuando es así todo fluye.
2. Las personas con las que te relacionas las eliges tú. Y es sano abrir nuevas relaciones y cerrar las que ya no aportan.
3. Ser vulnerable es un regalo de conexión con los demás y contigo mismo.
4. Pisar fuerte y atreverte a darte a los demás supone mostrar tus heridas y tus emociones, desde el corazón.
5. Parar y pensar es sanísimo.
6. Y pedir ayuda alimenta el alma, te da luz y te abre a un nuevo universo de posibilidades para ti y para los que decides tener a tu lado.
Pedir ayuda alimenta. Gracias, Laura. Seguimos creciendo juntas. Feliz digestión.