Pedir no sigue fórmulas ni manuales. Cada caso y cada situación es un mundo, y por mucho que quieras tener una guía con cada paso a dar, no la encontrarás. Esto es así. Y punto. No hay varita mágica que valga.
Sin embargo, esta es la pregunta que muchos captadores de fondos, vendedores y autónomos me hacen. ¿Qué hago si…? Y la verdad es que la pregunta me encanta. Ellos me dicen, y con mucha razón, que la respuesta, sin embargo, no les agrada tanto. La respuesta es que depende.
Y, ¿de qué depende? Depende de ti. Todo depende de ti. Tú decides qué pasos dar. Tú eliges en cada momento qué hacer, y te diré que todo está bien. Nada es correcto o incorrecto. Simplemente cuando te atreves a creer en tu decisión y la ejecutas, creas unas circunstancias. Y, de nuevo, desde ese contexto que has provocado, te toca decidir qué hacer o no hacer.
Yo he estado en muchas ocasiones encerrada en mi indecisión a la hora de pedir. Cada ‘y si’ en mi mente me aterraba y me bloqueaba. Además quiero decirte que somos expertos en buscar excusas para justificar nuestra parálisis. Yo he sido muy creativa para no tener que pedir y además me he creado argumentarios invencibles, que justificaban aún más mis miedos y creencias limitantes.
Uno de los mitos que yo misma he matado ha sido el de insistir cuando mando un email haciendo una petición concreta. Antes pensaba que era una pesada si insistía, sobre todo si la otra persona no respondía. Vaya excusa barata, ¿verdad? Por fin he vencido esta creencia. Ahora mando un email y sé que ese email es uno más en la bandeja de entrada de mi interlocutor. Así me lo tomo. Si no contesta, vuelvo a escribir y si no contesta, pasado un tiempo, le llamo.
Hace un tiempo llamar me parecía invasivo e intimidatorio. Otro mito para borrar. Y ahora ya no. Yo llamo porque sé que lo que voy a contarle puede ser de su interés y por lo tanto sirve a las dos partes. Llamo sabiendo que tiene sentido. Es una intuición que me la creo. Pregúntate siempre antes de hacer una petición si sólo te sirve a ti o si sirve a las dos partes. Es una pregunta clave. Y, por supuesto, si al llamar me responde de forma seca, pregunto por el motivo, pido disculpas y pido, rapidito, cuál es la mejor manera. Antes colgaba el teléfono sin escuchar la respuesta del interlocutor. Sentía vergüenza. Quería huir de esa situación incómoda y esconderme como una avestruz. ¡Qué sabio es preguntar y escuchar!
Una vez la persona a la que llamé se molestó, y mucho. Era su último día para presentar un proyecto importante. Me lo dijo con tono directo. Le pedí disculpas y también le pedí cuándo le iría bien que habláramos. Me contestó que la siguiente semana. Al llamarle de nuevo, los primeros 10 minutos sólo hablamos de su proyecto y de él. Así es. Escucha más y no metas tu rollo. Tras los 10 primeros minutos, me dijo que no podía ayudarme con mi petición, aunque me pasó un par de contactos de la misma empresa con los que hablar. Esta es la magia que buscas y esta magia depende de ti. En resumen, gracias a que me atreví a llamar creé unas circunstancias que acepté y a las que me adapté y pude conectar con la persona, quien además me ayudó a reconducir mi petición a personas más apropiadas. ¡Ole!
No hay fórmulas. Y punto. Tú mandas y de ti depende disfrutar con el tibidabo emocional que conlleva decidir en cada momento cómo pedir. Disfrútalo. La magia la pones tú.